Podemos continuar con nuestra rebelión
en contra de Dios, y seguir intentando
controlar nuestras vidas sin él. Desgraciadamente,
esta es la opción que muchos han escogido.
El resultado de esto es que Dios nos da lo
que buscamos y merecemos. Nos condena por
haber rechazado su legítima autoridad sobre
nosotros. No sólo tenemos que hacer frente
a las enredadas consecuencias inmediatas de
haber rechazado a Dios, sino que también
enfrentamos la horrible perspectiva de toda
una eternidad sin él, sin vida, sin amor, sin
compañerismo.
Hay esperanza para aquellos de nosotros que
nos hemos dado cuenta de lo desesperado de
nuestra situación. Todo cambia si nos volvemos
a Dios y buscamos su misericordia, confiando
sólo en la muerte y resurrección de Jesús.
Para empezar, Dios borra todos nuestros
pecados. Él acepta la muerte de Jesús como
pago por nuestros pecados, y nos otorga un
perdón total. Derrama su Espíritu en nuestros
corazones y nos regala una vida nueva que
no tiene fin. Ya no somos rebeldes, sino que
miembros de la familia de Dios como hijos
e hijas adoptivos. Ahora nos sometemos a la
autoridad de Jesús.
Estas dos formas de vivir no pueden ser más
diferentes entre sí, y te desafían a tomar
algunas decisiones. |