La triste realidad es que, desde el comienzo
hombres y mujeres en todas partes han
rechazado a Dios al hacer lo que ellos
quieren. Todos hacemos esto. No queremos
que alguien nos diga lo que debemos hacer
o cómo debemos vivir—especialmente Dios
—así que nos rebelamos contra él de muchas
formas. Lo ignoramos y seguimos haciendo
lo que nosotros queremos, o no obedecemos
sus instrucciones para vivir en este mundo,
o “enojados” lo apuntamos con el dedo y le
ordenamos que se pierda de vista.
Todos somos rebeldes, no importa cómo
manifestemos esa rebelión, ya que tenemos
algo en común: nadie vive como Dios nos pide.
Preferimos hacer caso a nuestros propios deseos
y hacer las cosas como nosotros queremos, sin
Dios. Esta actitud rebelde y auto suficiente es la
que en la Biblia se llama ‘pecado’.
El problema es que al rechazar a Dios no
sólo arruinamos nuestra vida, sino que también
arruinamos nuestra sociedad y el mundo entero.
El mundo está lleno de gente haciendo lo que
les conviene a ellos, en vez de obedecer a Dios.
Todos estamos actuando como si fuéramos
pequeños dioses, con nuestras propias coronas y
compitiendo entre nosotros. El resultado de esto
es miseria total. El sufrimiento y la injusticia
que vemos a nuestro alrededor tienen su origen
en nuestra rebelión contra Dios.
Al rebelarnos contra Dios, hemos echado todo
a perder. La pregunta es: ¿qué hará Dios? |