Dios se preocupa tanto por nosotros que
toma muy en serio esta rebelión. Él nos
llama a responder por nuestras acciones,
porque le preocupa lo mal que lo estamos
tratando, y lo mal que tratamos a los demás.
En otras palabras, no va a permitir que la
rebelión continúe para siempre.
La sentencia que Dios pronuncia en contra
de nosotros es totalmente justa, ya que nos
da lo que hemos pedido. Al rebelarnos contra
Dios, le estamos diciendo: “¡Vete! No quiero
que me digas lo que tengo que hacer, déjame
solo.” Y esto es precisamente lo que Dios hace.
Su sentencia a los rebeldes es retirarse de sus
vidas, cortar los lazos que los unen con él
—en forma permanente. Pero como Dios es la
fuente de la vida y todo lo bueno, cortar los
lazos con él significa muerte e infierno para
los rebeldes. La sentencia de Dios contra los
rebeldes es una muerte eterna y sin Dios.
Esta es una cosa terrible, estar bajo la
sentencia del juicio de Dios. Es un porvenir
que todos nosotros enfrentamos puesto que
somos culpables de rebelarnos contra Dios.
¿Y esto es todo? ¿Lo que nos espera es muerte
y ruina eterna? Lo sería, si no fuera por la
milagrosa intervención de Dios. |