Porque nos ama, Dios envió a su hijo a este mundo: el hombre Jesucristo.

Jesús vivió siempre en obediencia a Dios.

Pero al morir en lugar nuestro, él tomó sobre sí nuestro castigo y nos trajo el perdón.

Debido a su gran amor y generosidad, Dios no nos dejó sufrir las consecuencias de nuestra tonta rebelión. Él hizo algo para salvarnos. Envió a su propio y divino hijo a nuestro mundo para que llegara a ser un hombre—Jesús de Nazaret.

A diferencia de nosotros, Jesús no se rebeló contra Dios. Siempre vivió en obediencia a Dios. Él siempre hizo lo que Dios le pidió, por lo que no merecía el castigo o la muerte. Pero Jesús sí murió. Si bien tenía el poder de Dios para sanar a los enfermos, para caminar sobre el agua, e incluso resucitar a los muertos, Jesús permitió que lo ejecutaran en una cruz. ¿Por qué?

La Biblia vibra con la increíble noticia que Jesús murió en el lugar de nosotros, los rebeldes. Al morir en lugar nuestro, Jesús pagó la deuda que manteníamos con Dios. Él recibió todo el impacto de la sentencia de Dios, de tal forma que el perdón pudiera estar a nuestra disposición.

Nosotros no merecemos todo esto. Por donde se le mire, es un regalo tremendamente generoso.


Pero esto no es todo ...



Cristo murió por los pecados una vez por todas, el justo por los injustos, a fin de llevarlos a ustedes a Dios. Él sufrió la muerte en su cuerpo, pero el Espíritu hizo que volviera a la vida.

1 Pedro capítulo 3, versículo 18

 

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